
Hace un año Fabian me envió una invitación para crearme una cuenta en un programa que se llamaba Spotify, que era una aplicación para buscar y escuchar música. Por aquel entonces yo usaba Last.FM y estaba bastante satisfecha con el sistema, así que me registré en Spotify y desde luego fué lo mejor que he encontrado en música. Last.FM era un servicio gratuito con el que podías escuchar canciones al instante, buscar artistas similares, revisar las biografías y discografías de los cantantes y un sinfín de cosas más. Pero un día Last.FM dejó de ser gratuito y en ese momento entró en mi vida Spotify.
De origen sueco y con base de operaciones entre Luxemburgo y el Reino Unido, Spotify nacía con vocación de servicio de streaming musical, con la posibilidad de crear listas de reproducción, buscar música por afinidad, compartir preferencias con otras personas conectadas... En esencia el funcionamiento es muy similar al de Last.FM con la diferencia de que, más que una página web, Spotify es una pequeña aplicación independiente con la que interactúas para disfrutar de millones de temas musicales.
Para mí los principales puntos a favor de esta herramienta es que la música es instantánea, no hay que descargarse ningún mp3 ni esperar a que se cargue nada para escucharla; podemos importar nuestra propia biblioteca de mp3, la que tengamos en el disco duro, gestionarla y escucharla a través de Spotify con la misma calidad; tenemos secciones de novedades y sugerencias, imprescindibles para conocer música nueva; podemos crear listas de reproducción y guardarlas como haríamos en cualquier reproductor común de mp3; y además, podemos cruzar los contactos de Facebook y otras redes sociales con nuestra cuenta de Spotify para acceder a las listas musicales de nuestros amigos. Y ésas son sólo algunas de las ventajas de la aplicación.
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